En 1972, dos jóvenes ingleses recorrieron juntos Bolivia. No caminaron por la ciudad, tampoco eran turistas. Caminaron por espacios remotos y los dos eran artistas. Eran amigos desde que asistieron a la Escuela de Arte de St. Martin en Londres de 1966 a 1968, donde comenzaron su trayectoria artística al concebir al arte desde una perspectiva similar. Richard Long y Hamish Fulton son artistas cuya práctica es caminar.
Caminar es una acción que nos caracteriza, es una actividad común. Todos los días caminamos y vemos caminar a cientos de personas. Vamos de la estación a la oficina; hay niños que recorren kilómetros para asistir a la escuela, otros que cruzan campos y montañas para recolectar agua, y las ciudades son lugar de caminantes. ¿Qué hace que esta acción que realizamos millones de personas en todo el mundo, día con día, sea diferente a la realizada por Long y Fulton?
Tal vez todos somos artistas al caminar, como lo afirmaría la teoría de Joseph Beuys; o acaso caminar se concibe como arte cuando quien da los pasos es un artista, remitiendo a Marcel Duchamp cuando decía que arte es lo que el artista designa como tal.
Los pasos de estos dos artistas marcan o delimitan el espacio en donde se genera la práctica artística. Caminar es la manera de visibilizar un espacio determinado. Es como si los artistas con sus pasos denominaran a esa área como obra de arte. Long y Fulton hacen suyo el espacio al caminarlo, lo ocupan y lo intervienen con su sola presencia. Caminar como arte implica un factor de desmaterialización absoluto, es una contundente negación del objeto, que deviene en una acción en donde sólo el cuerpo se involucra con el espacio.
Recordemos que Long y Fulton iniciaron sus caminatas dentro de la escena de los años sesenta en donde se desarrollaba el arte conceptual, el minimalismo, el arte de la tierra y las acciones efímeras. Este contexto permitió a los británicos concebir como práctica artística al caminar, materializando la experiencia a través de objetos tangibles que transmiten al espectador parte de sus vivencias y sensaciones durante dichos trayectos a pie. Registros fotográficos y textuales, así como esculturas y gráficos son el producto de sus obras inmateriales.
Asimismo, hay posiblemente en estos artistas una reminiscencia o herencia cultural de la práctica de caminar por el campo, que fue de gran relevancia durante el Romanticismo del siglo XIX en el Reino Unido, y fue la tradición de algunos escritores que comenzaron a narrar en libros sus experiencias de caminatas.
Richard Long ha caminado largas distancias en países como Inglaterra, Escocia, Francia, Estados Unidos, Japón, Argentina, Sudáfrica, México, Italia, y muchos otros más. Fulton por su parte, ha hecho lo propio también en Reino Unido, Estados Unidos, Italia, así como en España, China, Chile, Austria y Francia, entre otros. Ambos dirigiéndose hacia distintos puntos cardinales.
A partir de esta acción, los artistas proponen reflexiones en torno al movimiento del cuerpo en el espacio, la desterritorialización de los procesos culturales, la migración, las peregrinaciones, la impermanencia, el nomadismo, la libertad. Caminar se relaciona con lo cultural, lo etnográfico, lo poético, lo geográfico y lo natural.
En 1967, Long realizó A Line Made By Walking, la primera obra que marcó su carrera artística y que fue el primer paso de los más de 15 mil km que ha recorrido hasta la actualidad. En un campo en Wiltshire caminó hacia adelante y hacia atrás hasta dejar una marca de su paso sobre la hierba creando una línea, la cual fotografió. Tony Godfrey comenta al respecto que, “el acto de caminar constituyó la obra de arte […] eso hace pensar en nuestra relación con el mundo. Long estaba presentando la posibilidad de estar en la naturaleza, no sólo verla”.[i]
Las caminatas de Long tienen un profundo sentido de conexión con la naturaleza y el universo, lo cual se refleja en sus representaciones textuales, en donde menciona los recorridos del planeta. Pareciera que su arte de caminar está vinculado intrínsecamente con el universo como una metáfora del movimiento afuera de la tierra. Una metáfora del desplazamiento vital que se encuentra más allá de nuestro planeta y que sólo en los paisajes aislados de la urbe, con cielo despejado, se alcanza a observar; pasando por los movimientos casi imperceptibles que suceden dentro de nuestro cuerpo. Los fenómenos naturales son las señales del paso del tiempo, como las fases de la luna, las estaciones, las estrellas, el atardecer y el amanecer.
Richard Long, From Circle to Circle From Space to Earth, 2002, Text work. © Richard Long; Courtesy Lisson Gallery.
Sus títulos casi siempre evocan el vínculo entre la naturaleza y el caminar: A walk in a Green forest; Dry walk; Walking from a Full moon to a New moon; Human Nature Walk; Tide Walk. Su producción textual se llena de olor a árboles, a agua salada, al sonido de los monos, a la luz del sol con aros alrededor, y la brisa de la lluvia. La luna llena, una roca con la que comienza y termina su trayecto; el viento, nubes, estrellas, huellas de animales, horizontes, flores, y gravedad. Para Long, su trabajo es celebrar la naturaleza.[2]
Por su parte, Hamish Fulton se ha denominado “artista caminante”, y su caminar se convierte en un acto de reconocimiento del espacio. Desde 1973, Fulton declaró que sólo haría arte que resulte de la experiencia de caminatas individuales.[3] Según Robert C. Morgan, “la referencia para Fulton se dirige siempre hacia la experiencia real, las percepciones y los sentimientos”.[4] De hecho, en una de sus obras escribe que un objeto no puede competir con la experiencia. Su trabajo se relaciona con la libertad no sólo por la forma de su arte, sino al liberarse de las definiciones de lo que una obra de arte debe ser.[5] Para Fulton, “caminar es un intento por sentirse física y mentalmente superado –con el deseo de flotar a través del ritmo que se crea caminando– para experimentar un estado de euforia temporal, una íntima relación de su mente con el mundo natural exterior”.[6]
Cada uno muestra la relación del ser humano y el entorno natural, casi de manera espiritual. Caminar como práctica artística implica un ritual, sobre todo cuando Long y Fulton emplean este medio como la esencia de su trabajo repitiéndolo sin cesar. Aunque cambie la superficie que pisan, o el paisaje sea boscoso o desértico, siempre la acción de caminar es la misma. Asimismo, el silencio en el camino es otro aspecto de esta acción poética, el silencio humano, pues la naturaleza compone hermosas sinfonías de viento, de pájaros, de lluvia.
Los recorridos de Long y Fulton son espontáneos en cuanto a desconocer qué depara la travesía, las condiciones climáticas, entre otras situaciones imprevistas en la naturaleza; sin embargo, contradictoriamente tampoco son espontáneos porque ambos artistas planean con antelación las rutas por las cuales caminar. Long organiza los trayectos según el propósito de cada obra, ya sea geográficamente, el número de días o de millas, por lo general sobre un mapa en donde traza su itinerario. La selección de sus caminos roza en lo poético al enfatizar el tiempo y la distancia, por ejemplo,en su obra Hours Miles recorre 82 millas en 24 horas, y camina 24 millas durante 82 horas. A su vez, Fulton realiza sus itinerarios apoyándose de mapas y guías de la región. Existe una investigación previa a cada recorrido a pie. Es un excursionista que lleva consigo una cámara de pequeño formato y un bloc de notas.
La práctica artística de los dos británicos es una acción efímera, solitaria, invisible. Más que un arte de la tierra, es un land performance sin audiencia, pues el cuerpo es el medio principal por el cual crean sus obras. En ese caminar, Careri considera que la transformación del territorio es simbólica al sólo recorrerlo a pie; y que la presencia de los artistas en esos espacios naturales conforma también un acto simbólico por sí mismo.[7]
IHamish Fulton, Installation view, Ikon Gallery, Birmingham UK, 2012. Courtesy of Ikon Gallery.
Sin embargo, según Careri, “uno de los principales problemas del arte de andar es la traducción de dicha experiencia a una forma estética”.[8] Tanto Long como Fulton exhiben las experiencias de sus caminatas, pues de otra manera su obra sería intangible, abstracta y desconocida. Fotografías y piezas textuales son los objetos que derivan de sus acciones efímeras. Long también trabaja con esculturas creadas con materiales traídos desde sus paseos, y Fulton con dibujos y líneas que remiten a las siluetas de las montañas. Las obras finales son el registro del caminar; el arte se convierte, como menciona Morgan, “en lo que queda de lo experimentado en la realidad durante el paseo”.[9]
Hamish Fulton, Installation view, Walking artist, 2016. Courtesy of the artist and Josée Bienvenu Gallery, New York.
Por lo que se podría sugerir que el caminar no es una obra de arte como tal, sino una práctica artística. Si bien estos términos se emplean indistintamente en ocasiones, en estos casos la obra de arte es el resultado de una práctica artística invisible, al no haber espectadores. Para que exista la obra, o se puedan hacer públicos los pasos de los dos británicos, se presenta la documentación y las líneas poéticas que son capaces de transmitir al espectador sólo una parte de las experiencias y sensaciones a lo largo de sus extensas caminatas. Estas piezas textuales y visuales invitan a imaginar los desplazamientos a través de los paisajes naturales, entre ríos y montañas, campos, selvas, desiertos y bosques; son las experiencias estéticas que comparten a través de poesía visual a manera de bitácora de explorador, formando paisajes legibles.
La obra de Long también implica la intervención del espacio, dejar huella de su presencia en el lugar evidenciando sus propios pasos. En sus desplazamientos interviene el camino al dejar piedras marcando una línea, al llevar agua de una parte a otra, creando geometrías con piedras del entorno o con marcas de su paso. Por lo que también es un escultor. Los elementos naturales con los que trabaja remiten de alguna manera a los utilizados por las primeras civilizaciones: barro, lodo, agua, piedra, madera, a través de los cuales representa parte de sus caminatas exteriores en el interior del espacio expositivo. Dichos materiales no son simbólicos, pero sí parecen relacionarse a un lenguaje común, un vocabulario legible para todos que nos retorna al inicio de los tiempos. Son la presencia humana en los paisajes aislados, a través de intervenciones geométricas con los propios elementos del contexto llevados a la galería; Long, recolector de souvenirs naturales, comenta que le gustan especialmente las piedras porque éstas son de lo que está hecho el mundo”.[10]
Richard Long, Cold Stones, A Fourteen Day Walk in the Sierra Nevada Spain 2009, 2009. Photograph and handwritten text. © Richard Long; Courtesy Lisson Gallery.
A diferencia del trabajo de Long, Fulton no interviene el espacio, no deja señales de su presencia más que sus huellas paso a paso que desaparecen; no altera el paisaje de ninguna manera, sólo con sus pisadas como cualquier otro excursionista aventurero. Debido a esto, Fulton emplea a la fotografía como instantánea de un pequeñísimo fragmento de paisaje caminado y contemplado, un segundo dentro de horas y días dando paso tras paso en territorio natural. Fulton trabaja con fotografías de gran y pequeño formato que reflejan la experiencia de caminar.
Ambos artistas usan como medio a la palabra como escrituras de viaje. Los textos se modifican según la caminata, creando poemas visuales con tipografías diferentes y colores; cambio en la disposición de las líneas –como al ascender la cuesta de una montaña. Las piezas indican el lugar, el tiempo y la distancia recorrida a pie: los datos principales de cada caminata.
Las obras textuales son como las huellas que los artistas dejan al caminar, son el testigo de la vivencia. El lenguaje intenta reestructurar la experiencia y presentarla a través de su propia huella que es el signo, la memoria de un recorrido en donde el vocablo no existe. Fulton considera que “no hay palabras en la naturaleza”,[11] remontándose asimismo, a la idea de que el lenguaje es un factor cultural, pero a través del cual podemos comunicar nuestras percepciones.
Installation view, Hamish Fulton, Ikon Gallery, Birmingham UK, 2012. Courtesy of Ikon Gallery.
La palabra escrita es una analogía al acto mismo de caminar, pues de igual manera en que se coloca un pie después del otro, se coloca cada letra seguida de la otra formando palabras y, ésta a su vez, junto a otra, construye oraciones. Esta acción de sumar o aumentar tanto al caminar como al escribir, es invisible, ya que se realiza inconsciente, instintiva y automáticamente. Descartes decía que “la maravilla del lenguaje es que consigue que nos olvidemos de él”, pues recorremos con los ojos las líneas sobre el papel, pero a partir del momento que comprendemos lo que significan, dejamos de verlas;[12] las letras y las palabras todo el tiempo se convierten en un paseo para la mirada, en donde sólo las imágenes que provocan permanecen, como sucede con el paisaje observado durante aquellas caminatas. “[Caminar] es encantador porque ofrece una manera de escribir el paisaje”.[13]
Long ha escrito el paisaje con sus pasos en la soledad –a menos que requiera de un guía según la región. Fulton continúa caminando en solitario, pero también desde 1994 organiza caminatas colectivas convocando a personas con la intención de convertirlas en testigos.[14] Dentro de estas acciones grupales están sus Slow Walks, como la llevada a cabo en Penzance Promenade, Reino Unido. Estos eventos no siempre se realizan en entornos naturales. Con esto, el artista busca que dicha práctica sea realizada por un mayor número de personas, como en 2010 cuando 198 voluntarios avanzaron en silencio alrededor de Marget Tidal Bathing Pool en Reino Unido; o cuando en 2015 cerca de 400 personas caminaron en una calle en Oxford.
Los Slow Walks o caminatas lentas, invitan a vivir un ritmo que contrasta con la rápida movilidad dentro de las ciudades, el acelerado estilo de vida, el incasable bombardeo mediático y la cultura de lo desechable. Estas propuestas grupales dan cuenta de la necesidad de alentar el paso en la cotidianidad, de percibir la vida desde otro punto más relajado.
Caminar es casi un acto inconsciente, automático; lo hacemos cuando deseamos trasladarnos de un punto a otro. Caminar es la acción, el movimiento corporal que permite concientizarnos sobre la tierra en el sentido de pisar su superficie. Caminar, podría decirse, es la primera acción corporal del hombre, para explorar el territorio, su contexto, paisaje y entorno. Caminar para descubrir, para buscar y reconocerse a uno mismo; “el camino [es] la metáfora de la vida”.[15] Long y Fulton son artistas exploradores, viajeros a pie, cuyos pasos son su arte.
Eloísa Hernández Viramontes es Maestra en Historia del arte moderno y contemporáneo. Trabaja como gestora cultural en Ciudad de México y también es investigadora independiente.
[i] Tony Godfrey, Conceptual Art, Phaidon, Londres, 2004, p. 130.
[2] Robert Butler, “In the mud with Richard Long”, en The Economist, otoño 2008; consultado en www.1843magazine.com/story/mud-with-richard-long.
[3] Walking as art, A review of the Robinson Institute by Patrick Keiller at Tate Britain, 2012, consultado en www.a-n.co.uk/reviews/walking-as-art.
[4] Robert C. Morgan, Del arte a la idea, Ensayos sobre arte conceptual, Akal Ediciones, Madrid, 2003, p. 64.
[5] Hamish Fulton en entrevista con Esperanza Collado, “Hamish Fulton: Walking On and Off the Path, Concreta, en www.editorialconcreta.org/Hamish-Fulton-Walking-On-and-Off.
[6] Mira Bernabeu, “Conociendo a Hamish”, Espaivisor en línea, en http://espaivisor.com/exposicion/walking-is-an-artform-in-its-own-right/
[7] Franceso Careri, Walkscapes, El andar como práctica estética, Gustavo Gili, Barcelona, 2014, pp. 144 y 148.
[8] Ibíd, p. 150.
[9] Morgan, op. cit., p. 62.
[10] Richard Long, “Five Six Pick Up Sticks” (1980), en Kristine Stiles, ed., Theories and Documents of Contemporary Art, Universidad de California, 1996, p. 564.
[11] Ésta es una de las muchas frases, que apareciendo al azar, daban la bienvenida al usuario a la página electrónica del artista.
[12] René Descartes cit. en Pierre Hadot, Wittgenstein y los límites del lenguaje, Pre-Textos, España, 2007, p. 105.
[13] Andrea Philips, “Walking and looking”, en Cultural Geographies, vol. 12, núm. 4, Octubre 2005, p. 509.
[14] Collado, op. cit.
[15] Juan Marqués, “El mundo por delante”, prólogo de William Hazlitt, y Robert Louis Stevenson, Caminar, Nórdica Libros, Madrid, 2015, p. 14.